Paco González San Agustin. “Nada que decir”. 17 de enero – 11 de febrero de 2017

Hace un año que Paco González San Agustín exponía ‘Danubio’ en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, un conjunto de fotografías, vídeo y textos que tenían como sustrato un viaje cultural e histórico a lo largo de la geografía física y humana del viejo Río, cuando ya nos presenta una nueva propuesta en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid, ‘Nada que decir’. Es un proyecto que indaga sobre el poder ver. Resultado también de un viaje, en trenes Feve, por la cornisa cantábrica, eligiendo los días más fríos del pasado invierno coincidiendo con un intenso temporal de nieve y viento. Buscando escenarios que le parecían a veces extraños sin perder por ello su familiaridad.

En palabras del autor: “quizás la propia singularidad del viaje, que incitaba a sumergirse en el silencio y alejarse del espacio de confort, ayudaría a detener, o al menos ralentizar, el ruido de la mente, ese zumbido que no cesa, que despliega un velo delante de los ojos y dificulta una mirada libre. Es, en resumen, un proyecto que habla de la libertad de la mirada”.

Paco González se interroga también sobre qué debe decirse sobre unas imágenes que han surgido de ese silencio interior, siempre necesario en un acto de creación: “¿y qué decir de unas fotografías que han surgido desde el silencio?, ¿necesitan ser explicadas?

Cuando las imágenes están cargadas de fuerza visual o las emociones las desbordan, parece que extenderse en interpretaciones está de más. Si de una forma muy directa expresan el sufrimiento humano o se refieren a aspectos muy formales, añadir matices, más allá del lugar o momento en el que se tomaron, puede invadir un espacio que debería ser propio del espectador”. Parecería entonces que es inútil intentar cualquier tipo de comentario. Nada más lejos de su intención.

Nada que decir es en realidad una ironía que incita a comenzar a decir. Y así lo hace la escritora y periodista Carmen Valencia, que nos abre una puerta, imaginativa y poética, “…la libertad de su mirada se posa sobre el imponente Guggenheim, las geométricas formas del Niemeyer de Avilés, la confluencia de tierra y cielo lluviosos en Ribadeo… Es un trayecto estético, pero sin pausarse en lo puro, bello, eterno. Es un viaje poético, en tanto en cuanto la imagen queda supeditada a la interpretación”. A Carmen las imágenes le sugieren también la poesía de Ángel Valente y de Blas de Otero: “en Paco, la poesía de Otero me resulta familiar. Identifico las rupturas del fluir del verso del poeta con la fotografía cuarteada del fotógrafo. La superposición natural de escenas, como si de un juego se tratase, me lleva a intentar disociar inútilmente la lámina capa por capa. Un bosque eurosiberiano con su aura fantasmal, el reflejo de una mujer sobre el cristal, el motor del ferrocarril abandonando el pueblo de Jarrio. El calambur hecho imagen. Una experimentación formal, la poiesis que enlaza a ambos autores, cada uno con su arma: el que dispara y el que carga tinta”.